Nuestro cielo está en constante movimiento, y las influencias de los planetas sobre nuestro destino no dejan de evolucionar. De hora en hora con la Luna y Mercurio, de día en día con el Sol y Venus, de semana en semana con Marte, y a lo largo de los meses y años con los planetas más lentos.

El Sol cambia de signo cada mes e impulsa una energía particular; constituye la base de la personalidad de quienes nacen en ese momento. La Luna cambia de signo cada dos días y genera un clima, una atmósfera; influye en los estados de ánimo, las reacciones, estimula la imaginación y la creatividad. Mercurio tarda, en promedio, tres meses en recorrer el zodiaco. Según el signo que transita, colorea los intercambios, el intelecto y la comunicación. Es Mercurio quien determina la fluidez o rigidez del pensamiento y de las interacciones con los demás.

Venus recorre el zodiaco en ocho meses; el signo que atraviesa nos habla del placer, del color de los sentimientos y de la receptividad hacia el arte y los placeres de la vida. Marte tarda dos años en completar el zodiaco. El signo que transita indica qué tipo de energía nos impulsa: representa la voluntad, la combatividad y la intensidad de los deseos.

Los planetas lentos tienen una acción más discreta, pero más duradera: Júpiter permanece aproximadamente un año por signo e influye en el crecimiento personal. Saturno permanece dos años y medio en cada signo y nos habla de responsabilidades, ambiciones y disciplina. Urano se queda siete años en un signo y provoca cambios, fomentando la autonomía y la independencia. Neptuno tarda 165 años en recorrer el zodiaco y se relaciona más con la espiritualidad. Por último, Plutón tarda más de 20 años en cruzar un signo y genera transformaciones, destrucciones seguidas de renacimientos.

Estos movimientos nos informan sobre nuestro estado físico, nuestras emociones, nuestra sensibilidad, el matiz de nuestros pensamientos, nuestro ánimo, nuestro compromiso con nuestras aspiraciones y el clima en nuestra vida profesional o familiar.

Durante su recorrido, los planetas interactúan entre sí. Por ejemplo, la luna llena no es más que una oposición entre la Luna y el Sol, lo que favorece la exteriorización de la personalidad y de las emociones, a veces para bien, otras veces de forma más turbulenta. La energía de cada planeta se combina con la de otros, dando lugar a una compleja red de influencias, armónicas o disonantes, que hay que interpretar con método para comprender la dinámica general.

El trabajo del astrólogo consiste en observar estos movimientos e interpretar sus influencias a través de una simbología consolidada durante milenios. El estudio de los tránsitos ofrece un calendario muy preciso de las condiciones bajo las cuales evolucionamos.